Ll nombre de San Borondón es una derivación del de San Brandan de Clonfert, un monje irlandés que, según unos manuscritos de los siglos IX y X, recorrió el Océano Atlántico en compañía de otros clérigos. Una de las fabulosas escalas de su viaje fue el desembarco en una isla que resultó ser el lomo de una enorme ballena, por lo que la tradición acabó identificando su nombre con la aparición de una isla inexistente frente a las costas de algunas islas de los archipiélagos de Canarias y de Madeira.

La existencia de esta isla intermitente ya era una leyenda en la antigüedad griega y romana, cuando la propia existencia de las islas atlánticas era dudosa, pero es a partir del siglo XV cuando las potencias navales europeas hacen sus intentos de descubrirla para incorporarla a sus respectivos imperios coloniales. Sin embargo, como es natural, ninguna expedición de descubierta logró su objetivo, y aunque los avistamientos desde tierra firme fueron frecuentes, la llegada de marinos a las costas de San Borondón sólo fue posible cuando se perdían en medio de grandes tormentas, lo cual hace dudar de la correcta orientación de sus rumbos.

La mayor parte de las expediciones realizadas en busca de San Borondón fueron promocionadas por las propias instituciones regidoras de Canarias, que en varias ocasiones se ocuparon de realizar extensas investigaciones y de recopilar declaraciones de testigos oculares del fenómeno y de marineros que supuestamente habían llegado a la extraña tierra. Gracias a ello y al interés que San Borondón despertó siempre en historiadores y geógrafos, hoy contamos con una gran cantidad de información relacionada con la aparición de la isla.

Luis Regueira Benitez

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